Cuento original AQUI (Click)
Hola, soy la hija de la famosa Ratita Presumida, y vengo a contaros mi historia, la historia sobre cómo conocí a mi amado, parecida a la que le ocurrió a mi madre hace 20 años. Un día, mientras mi aspiradora-robot se encontraba pasando por debajo del sofá, de repente algo interrumpió su recorrido. Era la tarjeta holográfica que había perdido días atrás. Me puso muy contenta, y pensé en comprarme algo. No me quería comprar nada típico, sentía que me merecía algo especial. Tras mucho pensar, me subí en mi coche eléctrico y me puse camino del centro comercial. Al llegar, fui en busca de mi "auto-regalo". Pasé por el escaparate, y allí estaba. El Lazotron 5000. Un brillante lazo rojo que te cepillaba el pelo y te lo lavaba él solito. Después de comprarlo volví alegremente a casa.
Al día siguiente, me hice un selfie con mi nuevo Lazotron, y lo subí a una red social para encontrar pareja. De repente, empezaron a lloverme solicitudes de amistad.
El primero fue un gallo, pero al comprobar sus datos personales, decidí que no me interesaba.
El segundo en caer en mis redes fue un perro. Comprobé sus datos personales, y decidí mandarle un mensaje. Él me contó, que le gustaba escuchar Heavy Metal por la noche para dormir mejor, me asusté y le bloqueé. No quería un animal en mi vida que me martirizase por las noches con semejante sonido.
El siguiente fue un cerdito, que también me interesó y le mandé un mensaje. Pero era igual que los demás, todos con sus robots modernos, y monopatines de aire.
El último intento, fue el de un tímido gato blanco. Al principio no tenía iniciativa de mantener una relación seria con nadie, pero le acabé convenciendo y quedamos para conocernos. Al verlo, me cautivó su dulce voz, y como decía las cosas de bonitas. Tras muchos días quedando, decidí pedirle matrimonio, a lo que él aceptó. Pasamos muchos años juntos y felices, hasta que los dos fuimos sustituidos por un asistente-robot que cubría todas nuestras necesidades. Dejamos de vernos, pero nunca dejamos de querernos.
Al día siguiente, me hice un selfie con mi nuevo Lazotron, y lo subí a una red social para encontrar pareja. De repente, empezaron a lloverme solicitudes de amistad.
El primero fue un gallo, pero al comprobar sus datos personales, decidí que no me interesaba.
El segundo en caer en mis redes fue un perro. Comprobé sus datos personales, y decidí mandarle un mensaje. Él me contó, que le gustaba escuchar Heavy Metal por la noche para dormir mejor, me asusté y le bloqueé. No quería un animal en mi vida que me martirizase por las noches con semejante sonido.
El siguiente fue un cerdito, que también me interesó y le mandé un mensaje. Pero era igual que los demás, todos con sus robots modernos, y monopatines de aire.
El último intento, fue el de un tímido gato blanco. Al principio no tenía iniciativa de mantener una relación seria con nadie, pero le acabé convenciendo y quedamos para conocernos. Al verlo, me cautivó su dulce voz, y como decía las cosas de bonitas. Tras muchos días quedando, decidí pedirle matrimonio, a lo que él aceptó. Pasamos muchos años juntos y felices, hasta que los dos fuimos sustituidos por un asistente-robot que cubría todas nuestras necesidades. Dejamos de vernos, pero nunca dejamos de querernos.